First Aid Kit no es el nombre más original del mundo ni el más definitorio. Prueba de ello es que bajo este nombre coexistan tantas bandas y tan diversas como un grupo barcelonés de electrónica, un conjunto indie canadiense, un quinteto postpunk de Connecticut y una banda rock de, ojo, Indonesia. Y este dúo sueco que aquí nos atañe, claro.
Klara y Johanna Söderberg son hermanas y, como habréis deducido por las imágenes, son muy jóvenes: tienen solamente 16 y 19 añitos y presentan un debut desgarrador y amargo como pocos. Pero “The big black and the blue” no es amargo en plan adolescente emo, sino amargo en plan “la vida pesa pero yo estoy dispuesta a llevarla con una sonrisa en la cara, siempre y cuando me dejes contarte de qué va todo esto”. Y todo esto son historias de amas de casa que deben abandonar a sus maridos, cuentos de amores sofocantes, de obligaciones emocionales, de rupturas inevitables, de traiciones que van más allá de lo físico... Al fin y al cabo, de los oscuros callejones en los que desemboca la vida del ciudadano medio en algún momento entre los treinta y pocos y los cincuenta y muchos. ¿Que cómo son capaces de contarlo con semejante vividez estas dos adolescentes nórdicas? Ésa es la duda y el encanto que han puesto en carne viva las yemas de los dedos de media crítica mundial. Probablemente sus gustos musicales tengan algo que ver en esa sensibilidad por los problemas de la vida adulta y por el folk maduro y madurado. La lista la encabeza su adorado Conor Oberst, seguido de cerca por Ryan Adams, Elliot Smith, Joanna Newsom, Johnny Cash, Neil Young o Leonard Cohen; sin olvidar a los Fleet Foxes, por supuesto, influencia y talismán, con cuya versión de “Tiger mountain peasant song” consiguieron más de un millón de visitas en Youtube y cierta atención mediática. Pero lo que me encanta de estas chicas es que, pese a demostrar un buen gusto y un saber hacer envidiable a su edad, no reniegan de su pasado ni pretenden que creamos que escuchaban Björk cuando tenían 3 años. Klara y Johanna admiten orgullosas haber empezado en esto de la música cantando a Britney y a Christina Aguilera por los karaokes de su barrio del sur de Estocolmo. ¡Pues muy bien, claro que sí! ¡Basta ya de niños emos que crecen escuchando Portishead! ¡Que la infancia está para cantar “Baby one more time” a grito pelao en el coche de tu padre!
Pero a lo que íbamos: tanto el EP “Drunken trees” como su primer álbum, “The big black and the blue”, son discos bonitos, con melodías folk dulcísimas que se presentan con inocente sencillez y con sus voces angelicales titilando como luces reflejadas en un lago de noche. La crudeza amateur del EP se lima ligeramente en el álbum, cuyo primer número, “In the morning”, es un a capella que pone las cartas sobre la mesa: estas chicas tienen mucho que decir y poca necesidad de adornarlo. Aquí lo esencial es la voz y la emoción, la sensación de fragilidad, el olor a pino recién cortado, algún acorde menor y la necesidad vital de seguir viviendo o imaginando historias para seguir contándolas. “It's one life and it's this life and it's beautiful". Yo no lo hubiera dicho mejor.
Puedes encontrar este artículo en el número de febrero de H Magazine
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