lunes, 26 de octubre de 2009

Moon: la soledad de un clon en la Luna

Movimientos de cámara lentos, sobriedad en la filmación, ausencia de efectos especiales despampanantes... Algo está pasando en la ciencia-ficción y no es que esté muriendo, como se ha leído por ahí. Más bien al contrario.

Duncan Jones ha decidido situar su opera prima en la Luna y no intentar impresionarnos con lucecitas, naves superchachis y panorámicas imposibles de la Tierra. Bien por él, que nos ha llevado de viaje al Espacio para hablarnos de la Tierra y de los hombres, de la locura y de la soledad, de la moral y de la ciencia. Y qué mejor compañero que un Sam Rockwell esquizofrénico, crudo, veraz, fulgurante. Ah, y un robot con smileys y guiños a 2001: Una odisea en el Espacio (al que, por cierto, pone voz Kevin Spacey).

Rebobinando: en un futuro no muy lejano, la Tierra se abastece de Helio-3 extraído de la cara oculta de la Luna. Allí trabajan excavadoras y operarios solitarios en estrictos turnos de tres años, para luego volver a casa llenos de medallas y polvo de estrellas. Dos semanas le quedan a Sam Bell para ver de nuevo a su mujer Tess y su pequeña Eve cuando descubre que no es Helio-3 todo lo que reluce.

Si se le puede achacar algo a Moon es que se le ve el plumero desde más o menos la mitad del metraje. Los demás aspectos negativos que os puedan comentar sólo se derivan de las expectativas que genera haber ganado tropocientos premios. Pero es que no es para menos.


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