Justo después de ver este documental he hecho un complejísimo ejercicio sociológico: introducir en la casilla de búsqueda de Facebook “(nombre de banda aleatorio) + sucks”. Tras buscar una veintena de nombres (que incluían desde Franz Ferdinand hasta Animal Collective, pasando por, ojo, los Beatles), el único que se ha salvado de la furia cibernética es Blur. Ni siquiera Damon Albarn protagoniza ningún grupo de odio 2.0, y eso que durante la primera mitad de “No distance left to run” dan ganas de darle alguna que otra colleja para que se relaje. Y es que sus directores, Dylan Southern y Will Lovelace, nos muestran a los cuatro miembros de Blur tal como son, con sus virtudes y sus defectos. Y lo hacen entrelazando con especial maestría material de archivo inédito y nuevas entrevistas e imágenes, tomadas en la gira de reunión del grupo el verano pasado. Otra gran baza es que la historia la cuentan los propios protagonistas. La ausencia de narrador externo acerca al espectador todavía más a la banda, si bien la objetividad sale un tanto resentida. Esto resulta en momentos de sinceridad aplastante (cuando Graham confiesa que intentó suicidarse tirándose por una ventana o cuando habla de su alcoholismo), mientras que otros temas se pasan de puntillas, como la adicción a la heroína de Damon, plasmada en “Beetlebum”.
El documental también trata la rivalidad con Oasis, a quienes Damon califica de “matones de instituto”. Eran los tiempos del auge del britpop y Damon Albarn logró erigirse en su mayor estandarte volviéndose “insolentemente británico”, en palabras de Alex James. Pero, a pesar de ser su época más mediática, “The great escape” también marcó el comienzo de una crisis interna del grupo, cada vez más perjudicado por sus demonios personales. Este declive culminó con el abandono de Graham (que ingresó en rehabilitación) y un más bien pobre “Think Tank”. De ese momento al glorioso concierto de Glastonbury pasan 7 años, 7 años de deterioro de una aventura y una amistad que merecían otro final. Y ese final no podía ser otro que la reconciliación de Graham y Damon cantando a dúo “Tender” con 50.000 personas coreándola. Entre eso, la imagen de Damon rompiendo a llorar en el escenario y los épicos fotogramas a cámara superlenta que abren y cierran el largometraje, no queda duda de que ésta es una de las historias más emocionantes del pop de las últimas décadas.
Puedes encontrar esta reseña en el número de febrero de Go Mag
O MAI GOZ QUIERO VERLO YA!
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